viernes, 16 de noviembre de 2012

Crónicas de una muerte sin anunciar.

Morí. Por un instante sentí que no podría seguir respirando, o que tal vez había muerto de golpe y sin darme cuenta.
Tu abrazo me tomó por total sorpresa. Tus manos frías terminaron por llenarme el alma de esa escarcha que tanto amo, terminaron por tirar abajo mis defensas y se adueñaron del tiempo.
No recuerdo ni qué fue lo que había dicho, ni qué respondiste, ni por qué razón reías tanto.
Sólo sé que, como de costumbre, tu inocencia te dijo que estaba bien abrazarme sin un previo aviso, aunque mucha gente sabe que podrías haberme matado de amor.
Intenté no perderme en tu perfume, intenté no sentir el roce de tu pelo suelto en mi cuello; quise hacer de cuenta que no era tu brazo el que me arrugaba el uniforme, en ese gesto de complicidad que intentaste tener al buscar apoyo a tus grandes ideas en mi. ¡Pobre de vos! Tu inocencia me asombra, pero no tenés la culpa, Princesa; no hay forma de que supongas que cualquier cosa que propongas va a ser perfecta para mí.
Continuabas riendo y yo también lo hice, mientras sentía como tu cuerpo temblaba producto de la risa misma, mientras mi alma se desmoronaba, se desarmaba en temblores...
Hubiera querido detener el tiempo en aquel momento. Tu mano en mi hombro y mi mano en tu cintura, tu risa en mi alma y mi alma fuera de mi; a kilómetros por sobre ambas; pero el tiempo no es de mis mejores aliados, y no sabe de ilusiones; y como de costumbre, no quiso detenerse.
A varios metros tu nombre resonó claro y eterno, como vos misma, y partiste flotando, no sin antes llevarte mi última pizca de cordura al rozarme la cintura como es tu (mala) costumbre últimamente.
Y así quedé yo. Con la tinta de mis venas corriendo desesperada y mis ojos perdidos en tu figura lejana. Me quedé observando el aire sin decir nada, intentando comprender que debía continuar con mi rutina, que sólo habías tenido un gesto de confianza como tenés con cualquier otra persona, intentando convencerme de que debía continuar mi camino, tratando de prestar atención a lo que todos decían en el lugar, sin parecer perdida entre tus largas piernas, sin escapar una vez más de la aburrida realidad que me rodea, sin demostrar que estoy perdida en tu perfil sin tiempo ni edad, y que no sólo observo el paisaje de aquel pintoresco pasillo abarrotado de jóvenes apurados que no saben de amores indebidos y tan inexplicablemente hermosos.


 Déjame dibujarte una vez más
                                   que tu sonrisa infantil me mantiene de pie.
                                                           y tu recuerdo le pone color a mis sueños más grises.
                                                          -♥-

2 comentarios:

  1. Como siempre, amé el epígrafe !!


    (a todo esto, pregunta: qué tan autorreferencial es todo esto?? porque si pasa tan seguido como lo contás, no sé cómo hacés para soportar tantas sonrisas, tantos roces y tantas miradas... hay gente que no mide el efecto que causa en los otros o.O )

    ResponderEliminar
  2. Es casi imposible soportar con dignidad semejantes actitudes, (además de algún que otro comentario como el que le conté por FB) se lo aseguro; pero también déjeme decirlo que en cuanto pasa algo por el estilo no tengo otra opción que transformarlo en historia; al menos así me parece más real, más eterno.
    Hay gente que es demasiado inocente para estar en contacto con mi persona, sabe? Y el hecho de que ignore lo que produce no hace más que terminar por enloquecerme. Hay que saber entender también, que nadie lo sospecharía jamás en su lugar... Y yo acá sigo justificando sus descuidos, y mejor me retiro porque esto termina mal, jaja.
    Saludos mujer! Y perdone por irme así de golpe tan seguido este finde. La gente que me rodea no comprende eso de filosofar a cualquier hora...
    Sea feliz... Si me pongo tierna la próxima le dedico el epígrafe!

    ResponderEliminar

Aquí te dejo la Sortija. Subite y da otra vuelta...