domingo, 12 de mayo de 2013

Perdón.

Llorar. Durante horas, dar vueltas en la cama, dar vueltas al asunto y quedar en la nada. Pensar. Pensarla. Odiarme por eso y seguir en la misma.
Mentir, decir pavadas para cubrir mi mal humor, inventar pesadillas y noches en vela para ocultar el llanto. Confesar cosas a medias, retractarme y pedir perdón. Vivir continuamente pidiendo perdón, pidiéndole perdón.
¿Perdón por qué? Por no hablar demasiado claro, por querer lo que no tengo, por hacer sentir incómodx a más de uno con declaraciones dignas de mi dramatismo, de ese que llevo en la sangre desde que nací.
Otros nombres se mezclan en nuestras conversaciones, escenas de celos estúpidas que sólo me confunden más.
No entiendo que busca, no entiendo si entiende, si es inocente o demasiado retorcida. De todas formas me enreda, estoy jugada, y atada a sus palabras. Soy una hoja seca entre su viento, en medio de la tormenta que es su presencia misma, su andar desaforado por la vida, intentando conquistar nuevos mundos.
A veces simplemente gritaría, le gritaría todo, no pierdo nada más, ya sabe de qué hablo. Ahí recuerdo la fragilidad de su seguridad ante el mundo, ahí recuerdo que sólo conmigo es fuerte y eléctrica, casi irreal.
Ahí recuerdo que el mundillo de personas a nuestro alrededor parece frenar mis impulsos adolescentes todo el tiempo, por comodidad, por miedo al cambio, a la revolución.
Ahí recuerdo que tengo las manos malditas y vuelvo a secarme las lágrimas y a desearle toda la felicidad del mundo, aunque sé que le regalaría la mía. Vuelvo a alegrarme por sus amores esporádicos de fin de semana, por los recurrentes, vuelvo a inventarme amores de una noche que se van con la oscuridad pero dejan buenos recuerdos, todos ellos máscaras, para evitar caer en la tentación de prometerle un mundo aparte, de prometerle lo que imagine; de jurarle felicidad y morir de ello.
Ahí es cuando me calzo el disfraz y salgo a pelear con mis demonios otra vez, y vuelvo a la normalidad, arrepentida de mis malas contestaciones, ahí es cuando vuelvo a pedirle perdón. Perdón... por no serle sincera, por reaccionar como Hyde, para ocultar el amor que mi Jekyll le daría.
Perdón.