lunes, 26 de mayo de 2014

Siesta para no dormir

Una pareja. Ambas recostadas en una cama con una manta de color naranja. Las últimas luces de la tarde acarician la piel de sus torsos desnudos, entrelazados los brazos en una comunión íntima. No hay ni un solo ruido, los sonidos de la calle los amortiguan sus respiraciones pesadas, las dos muchachas dormitan.
Ambas llevan puestos pantalones de jean y las mismas zapatillas gastadas. Se mimetizan desde hace un tiempo, son una.
Dos pares de anteojos descansan en el piso corriendo riesgo de muerte en un paso mal calculado, pero ninguna quiere levantarse. Hace varias semanas esperan tenerse una a la otra en esa paz que el silencio del departamento les brinda. Se respiran mutuamente llenándose del perfume de la otra, guardándose esos momentos, absorbiendo el tiempo que gotea del reloj para esos días en que el mundo es demasiado duro, y las distancias demasiado grandes.
Se cuentan los lunares a caricias, a besos, se sacan con cuidado la escarcha del alma, intentando no romper ese pedacito que aún les queda sano, han ido por la vida cayendo demasiadas veces a la realidad. Se sostienen una a la otra, se acurrucan y suspiran, se besan y vuelven a suspirar.
Hechas un solo ovillo en esa cama de una sola plaza que las vio nacer y morir mil veces en una noche admiran todo lo que tienen cuando sólo se tienen una a la otra y sonríen sabiéndose eternas cada vez que sus vientres se rozan para crear otra galaxia.
El aire frío que entra por una hendija de la ventana no las toca, saben que el invierno se acerca porque lo sienten en los huesos como quien siente la presencia cercana de un buen amigo, y descansan envueltas en el calor de sus propias almas mientras la ciudad se oscurece para cobijarlas con su manto eterno.
Ambas deciden vestirse entre risas y tomar un té, una ancestral medicina que desde hace once meses y tres días obtuvo para ambas otro significado. Y entre el vapor y palabras susurradas el tiempo pasa sin que ninguna lo note, sin que ninguna lo desee.
Suena un celular y ambas saben lo que eso significa, el hechizo se termina en poco tiempo. A la tercer llamada se apaga y ellas se besan por vez número mil en el día. Ninguna es Cenicienta, ninguna oyó el reloj ni son las doce de la noche, pero el mundo real las espera al bajar las escaleras, y el frío por fin se siente, y se despiden prometiéndose el mundo y lo que hay más allá también; se prometen otra vez todo aquello, se prometen volver a casa, a esa casa que hay cuando la cabeza de una descansa tranquila en el pecho de la otra y nada malo las toca y nada triste existe y son solo ellas en el mundo por primera vez, y no contra él.
Una vez más planean jugar a Julieta y Julieta en las penumbras, pero con un final feliz.


                                             -{♥}-

Sabe que mi casa está es su hombro,
             en ese hueco perfecto de su cuello,
        donde su perfume se estanca y mis besos se pierden.

Sabe que sus sonrisa inmensa basta para sanarme por completo,
          que sus manos pequeñas curan todos los golpes que el mundo pueda darme,
 que su boca sabe a libertad.

Me presta unos besos llenos de juventud y promesas
   y me deja naufragar en su cintura
       mientras cuento los lunares de su espalda.



Mis zapatillas viejas y las suyas enredadas
     y una siesta para no dormir;
  para verla ser, para oirla respirar.
          Una siesta para volver a ella,
  para volver a casa.

lunes, 5 de mayo de 2014

Un salto

Siento un nudo en el pecho
              necesito dejarlo volar.
Veo la cornisa bajo mis pies.
             Nada duele si salto.

Pero me pesa mucho el pasado
              me ata a esta tierra el presente
 sigo pensando un futuro.

                  Nada duele si salto
 ¿Y si me quedo?
           ¿Y si sigo sangrando otro poco?
 ¿Cuánta sangre queda?
  ¿Cuántas armas aún no probó en mi?
    ¿Cuánto falta para que se canse de lacerarme las alas?
¿Va a cansarse antes que yo?

Desde acá arriba veo todo el mundo que me rodea
                No es mío ni va a serlo.
No lo quiero, apesta a muerte y mentiras
         A gente sin rostro, con máscaras mudas.

Nada duele si salto.
       Pero sigo en shock.
Nada duele si salto.
          Pero soy cobarde.
Me niego a dejarme caer.

Veo la cornisa bajo mis pies
        Pero no la siento ahi.
No me siento.
          Ni siquiera sé si la sangre en estas heridas es mia.

Tengo que dejarme volar
          pero me da miedo.
 Me arrancó las alas sin motivo,
           sin autoridad, sin avisar.

Tengo un nudo en el pecho,
       no es un nudo, es un bollito...
        tengo un bollito de alma en el pecho.
Se quiebra fácilmente, no dejo que lo toquen.
         
Tengo un miedo en las costillas...
        me está carcomiendo el pecho.
 Tengo una tristeza en las venas;
          me enferma el cuerpo, busca salir.
  Tengo un grito en la garganta;
     me desgarra por dentro, me desarma...
                 necesita respirar, me asfixia.

  Tengo la certeza de que el dolor se irá si me animo a saltar.
            Pero me iré yo también.

Y eso si que no lo tengo en planes.