sábado, 22 de marzo de 2014

Nueve

Hace nueve meses me caía mal la gente que caminaba por la calle de la mano, las personas que se besaban en público, los apodos raros entre parejas, aquellos que se quedaban en su casa con sus novios.
Me caían mal aquellos que se pasaban horas hablando por teléfono y que se extrañaban tan sólo a dos horas de haberse visto.
Hace nueve meses yo era un cactus, amaba serlo. Amaba no depender de la presencia de alguien para reír hasta que me dolieran las costillas. Amaba dormirme sin preguntarme por otra persona, amaba ser un yo singular. O al menos eso pensaba, era todo lo que tenía.
Hace nueve meses helaba y yo no estaba abrigada, y la música en el bar de siempre era perfecta y todo parecía haberse puesto de acuerdo.
Hace exactamente nueve meses y después de una larga discusión de casi tres horas la vi dejar su cama y recostarse a mi lado y sentí su cabeza en mi hombro y  me morí de amor. Y me apretó la mano con fuerza con unos dedos escarchados y temblorosos y me dio un beso en la mejilla.
Hace nueve meses junté el coraje que no tenía y aún con el miedo del rechazo haciéndome castañear los diente la besé, y entonces viví.
Y entonces supe por fin lo que era darle la mano a alguien y perder el miedo a todo, y supe lo que era saber que me enfrentaría a cualquier persona porque nuestro amor es mucho más fuerte que cualquier intención de mantenernos alejadas. Supe lo que era preguntarme a todo momento qué estará haciendo, imaginarme si estará sonriendo o si tendrá frío, si me extrañará...
Ahora sé lo que es despertarse cada mañana con el deseo de abrazarme a su cintura otro rato y respirar su perfume en mi propia piel; sé lo que es ser dos personas a la vez y pensar por las dos y acostumbrarme a sus movimientos y memorizarlos como propios. Sé lo que es armar una familia de cactus bonsai y pararme en el balcón mirando la nada sabiendo que en  segundos va a abrazarme por la cintura para besarme el hombro.
Definitivamente ahora sé que mi madre tenía razón cuando me dijo que valía la pena pelearla, que valía la pena soportar los dimes y diretes, y la gente en contra y que al fin y al cabo, si es difícil parar a una persona enamorada, parar a dos que se aman es imposible.
Ahora sé que tenía razón, porque soy yo la que adora tener diez minutos para quedarme en el sillón hecha un ovillo a su lado, soy yo la que adora hablar por dos o tres horas por teléfono y contarnos pavadas y soy yo la que le envía mensajes diciendo "te extraño" en cuanto se va de casa.
Si al fin y al cabo en nueve meses las espinas se me cayeron y me brotaron flores y el disfraz de cactus dejó de ser creíble y hoy tengo el coraje para decir que la amo, para seguir peleando por la dos, para seguir dándole la mano cuando tengo miedo y sentirme fuerte, para seguir siendo uno las dos. Juntas. Siempre.

Felices nueve meses, bella.
                                 Te amo.
                                                Gracias.

sábado, 15 de marzo de 2014

Quisiera

A veces necesito un idioma nuevo, uno que me garantice que voy a lograr calmar el maremoto de su alma chiquitita y salvaje. A veces quisiera poder hacerla ver lo hermosa que es, quisiera que por un momento estuviera en mi lugar y se viera riendo, o durmiendo, o protestando, o simplemente respirando.
Quisiera saber como protegerla de todo lo malo de este mundo... de mi misma incluso, de su propio juicio, de gente que sigue lastimándola.
Quisiera a veces, tener el poder de hacerla respirar tranquila, de hacerla sentir como ella me hace sentir. De darle la mano -como ella lo hace- y calmar el mundo.
Quisiera quitarle todos lo problemas, el peso del mundo que carga en lo hombros. Con gusto lo cambiaría por mi felicidad; no la necesito... si mi felicidad es ella.
A veces quisiera que en serio sintiera todo eso que siento cuando la veo venir hacia mi para darme un beso, o la alegría que me inunda cuando siento sus manos en mi cintura abrazándome porque si, y robándome besos que hacen que todo mi día tenga sentido.
Quisiera que supiera que sigo por ella, que ella es la razón por la que sigo peleándola en una ciudad que no es mía, con gente que no conozco y con otra que creía conocer; que sigo porque es la única manera de empezar a cumplir lo que planeamos juntas.
Hay noches como la de hoy,después de un día difícil como el de hoy, en que sólo quisiera poder refugiarme entre sus brazos y entregarle el alma otra vez.
Quisiera que se viera así de gigante y preciosa como yo la veo, así de perfecta como es. Así de necesaria como es, tan ella que asusta desbordando perfección por los poros, mientras me revoluciona el alma con esas pestañas eternas; mientras me causa escalofríos cada vez que me dice que me ama, como la primera vez.
A veces quisiera que supiera que para mi es eterna y perfecta, que se aceptara como toda esa galaxia de persona que es, enamorándome cada segundo un poco más, haciéndome entender de a poco que con ella no necesito ni caretas ni disfraces porque puedo ser yo misma, desnuda de cuerpo y alma, aferrada a su cintura y sintiendo en el alma como se mueve su pecho al respirar; sabiendo que no hay otra respiración que pueda calmarme, ni ninguna otra que quiera escuchar en mi vida, junto a la mía, contra mi nuca, sobre mi almohada... rebotando en mi sangre, en lo más profundo de mis huesos; ahí donde está mi esencia, donde vive ella desde siempre, donde la encontré cuando por fin pude verla después de tanto mirarla.

Tu perfume de viento me despeina el alma
y busco explicaciones que no existen....
es que simplemente te amo.
                  Y aunque pensé que no podía,
que no sabía, que no era para mí....
                                 me diste la mano y me apretaste contra tu esencia
           me diste un beso helado, me diste coraje,
   la oportunidad de amar, la certeza de saberme tuya.
           me diste fuerza, me das amor.

           Y en el roce perfecto
de tu vientre y el mío
              crecen galaxias lejanas, mágicas, divinas.
Y entre tu amor y el mío crecemos,
   soñamos...
                    somos uno.

martes, 4 de marzo de 2014

Cucos

Los cucos tienen una cicatriz en común el el alma, y andaban por la vida lloriqueando en silencio hasta que se encontraron. Cada uno carga historias pesadas en su mochila, cada cual tiene las soledades en los hombros. Entre todos nos liberamos de las cargas que tenemos.
Los cucos lloran con facilidad, y creen que diversión significa tirarse en el pasto a pelear por la forma de las nubes. Son capaces de estar días enteros sin verse y volver a hablar como si nada. Dan abrazos eternos, hasta que uno de los dos comienza a llorar; y ahí siguen abrazando otro rato.
Los cucos son extremadamente celosos, y se ofenden con facilidad si llegan a creer que uno es capaz de olvidarlos -aunque en el fondo saben que eso es imposible- MIS cucos son fundamentalistas del mate amargo y las masitas dulces.
Los cucos cocinan para todos, no lo hacen bien, pero si con amor. Y disfrutan sacar fotos y hacer bochinche, y cantar a los gritos, y caminar en silencio; y te dan la mano para caminar, y te pellizcan, y te comparten sus cosas, y te roban lo tuyo.
Cuando un cuco olvida algo en tu casa, se convierte en algo tuyo, y ellos lo saben.
A los cucos los reconocen en Gossip Town; es fácil hacerlo. Son aquellos que van por la calle sin auriculares pero parecen cantar bajito, los que  van riéndose solos, los que frenan a mitad camino para sacarle fotos a las nubes. Son los que llevan mochilas enormes para todos lados, y los que se sientan en grupo a escribir, sin hablar casi.

Los cucos se curan entre si las heridas; cuando uno llora es muy probable que el resto lo haga de a poco, soltando una lágrima cuando nadie los ve, intentando parecer fuertes para el que está mal, para que no sienta que su problema es demasiado grande, ni sus heridas demasiado profundas.
Después de un tiempo, los cucos son como hermanos, se fueron uniendo casi sin querer y de golpe, como si siempre hubieran ido de la mano; aún cuando sus edades son muy diferentes. Se acompañan soñando con un mundo mucho mejor que ahora, con una revolución que llene de colores las calles y las almas de las personas; y aunque alguna vez supieron caminar demasiado solos para sus cortas edades, ahora saben que no van a caer, porque otros cucos solitarios los van a atrapar antes de tiempo, o van a empujarlos a volar lejos cuando lo necesiten, para después acariciarle las alas.

                                                       -.-

Mostritos de brazos grandes
      me cobijaron y me curaron el alma.
Me dejaron contarles cuentos tristes
                 y le escribieron un nuevo final.

Me dejaron mi disfraz de caballera
              aún sabiendo que era una nena triste.
    Me dan ganas de salir adelante.
          Me dan fuerzas, tiempo, sueños...
                          paz.