martes, 3 de junio de 2014

Último Jam

Respira por la boca con sus ojos fijos en su objetivo mientras se coloca en posición de ataque; el sudor le empapa la frente y el hambre de victoria le hace brillar los ojos. Siente a su lado la amenazadora presencia de alguien que busca el mismo tesoro que ella, la pone algo nerviosa pero no se deja intimidar.
Respira hondo, siente en el aire y en la piel la tensión que recorre el sucio galpón. Sus compañeras de juego la observan unos metros más adelante, sonríe; sabe que nada la hará daño si confía en ellas.
Se tensan los músculos uno a uno, listos para correr. El golpeteo de los frenos ene la piso la emociona, traga saliva. Un silbatazo y a volar.
A toda velocidad golpea contra aquella pared humana que la separa de la meta. Cuatro mujeres que no la dejarán pasar con tranquilidad. Hace fuerza, todo su peso en su hombro derecho, las pantorrillas tiemblan, los frenos apenas si resisten la fricción contra el suelo mientras ella intenta encontrar una falla en aquel muro, un ladrillo flojo.
Está agitada y molesta. Quiere pasar. Por detrás suyo sus compañeras de juego gritan y se acomodas para evitar que su rival la alcance, la alientan.
Recuerda por qué lo hace, más allá del enamoramiento con esas ocho ruedas que carga hace tan solo unos meses. Imagina ese pack como todos aquellos que intentaron e intentan alejarla de su meta. El sudor propio y el ajeno le recorre el cuerpo mientras logra arrastrar a cuatro personas unos centímetros más adelante. No va a detenerse. Ese juego y su vida se asemejan tanto, que ahora el partido es contra sus propios demonios y quienes intentan frenar su paso son ni  más ni menos que todos sus miedos.
Logra pasar una rodilla y siente la adrenalina recorrerla entera. Sólo un poco más de fuerza, es sólo cuestión de insistir un poco más.
La fricción de sus ruedas la impulsa hacia adelante y sus ganas de seguir son más fuertes que la voluntad de sus contrincantes.
Sale patinando y se llena los pulmones de aire, es libre pero no puede relajarse... alguien le pisa los talones y eso nunca es nada bueno.
La curva le da la posibilidad de acelerar el paso y seguir siendo líder en aquella carrera. Se agacha, se hace diminuta y sus rodillas rozan su pecho... y hay un metro de ventaja, y hay dos, y tres y de nuevo la pared frente a ella y a toda velocidad debe tomar una decisión.
En un segundo un hueco que se forma le da la oportunidad de seguir sin contacto, fue sólo buena suerte. Se quita el sudor de los ojos y continúa. La otra corredora se acerca y patinan hombro a hombro unos metros, puede saborear el peligro y saliendo de la curva más cerrada de la historia utiliza su propio cuerpo como cañón y su cadera izquierda como proyectil, y su rival cae.
Se siente segura y vuela contenta, no tiene miedo. EN la pared que la espera más adelante los ánimos no son los mejores y ella cae en aquella trampa. LA encierran, la frenan. Hace fuerza con toda su alma pero ellas vuelven a unirse. Un codazo entre sus costillas la deja sin aire - sabe que eso no está permitido y también sabe que nadie lo ha visto.
Todo el aire es expulsado de sus pulmones con algo de saliva e insultos casi guturales. NO tiene fuerzas, sus piernas no la sostienen y un grito desesperado le hace saber que su equipo ya no puede contener a su contraria por mucho más. Alguien entre aquellas que la inmovilizan se ríe y el enojo y la ira vuelven, y las ganas de ganar también y ahí va, despacio vuelve a hacer fuerza, todas se concentran en el punto aquel en donde se apoya su cadera intentando cruzar. Un giro completo y dos al suelo. Salta los cuerpos y sigue pero es tarde y su corredora contraria vuelve a alcanzarla.
No quiere patinar lento pero aquel golpe furtivo la dejó maltrecha y en un pestañeo otro golpe la desestabiliza y cae.
De rodillas mira el suelo un segundo y vuelve al juego dispuesta a todo pero nuevamente su rival la golpea y vuelve a caer con fuerza.
Intenta pararse pero sus músculos arden. Duda. Piensa en un milisegundo en todos aquellos que no creyeron en ella, en los que le dijeron que no podía, piensa cuántas veces les creyó. Su mirada se inyecta en sangre, se acomoda el casco y acaricia las estrellas que le dan alas para correr.
Hay pocas posibilidades de alcanzarla y como si fuera poco aún le queda un muro por traspasar.
Corre con todas sus fuerzas y como si fuera viento esquiva triunfante los golpes y trabas de un pack que ahora ya no existe. Dos metros más adelante la otra corredora intenta pasar. No la alcanza, no tiene tiempo.
Por delante suyo aparece una mano y un rostro empapado en sudor le sonríe.
Su compañera es entonces quien le da las fuerzas que le faltan y la impulsa hacia adelante con un látigo perfecto que le da el tiempo y la confianza para tomar distancia y terminar el juego con un solo golpe.
Otro silbatazo y no hay más nada. Un grito de alegría y de victoria y cada golpe ardiendo y quemando la piel. Nada duele aún.
Siente el abrazo eterno de aquellas que la defendieron sin capa ni espada, solas, sin armas y a fuerza de sangre. Les confiaría la vida.
Terminó el último jam. Pack y Jammer se deslizan tranquilas sobre la pista que ahora es suya; aunque siendo sinceras... siempre lo ha sido.