lunes, 16 de enero de 2012

El fulgor de aquellos ojos que, como faroles en la oscuridad la habían cegado se cerraron al aproximarse sus bocas.
Y como si alguien o algo tirara de ella se elevó por los aires, volando en ese beso perfecto y desquiciado.
Las manos de él, con una delicadeza impropia en ellas la tomaban suavemente de la cintura y le alborotaban el cabello. Sus labios quemaban en esa torpe y dulce lucha de mordiscos y caricias; y el sol nacía, matando a la noche y sus desaires, y el alba proporcionaba un calor, una tibieza perfecta al bañarlos con su luz débil pero brillante.
Sintió que volaba en el lejano horizonte; en ese cielo del color de la tinta diluída, en donde no amanecía aún, pero ya no era de noche. Sintió que volaba, que moría al separar sus labios de su joven ladrón de besos; sintió que la tibieza de su aliento le curaba las heridas abiertas anteriormente por la misma boca.
El alcohol y la pasión que corrían por sus venas rompieron el equilibrio no ´solo de su mente, sino también de su cuerpo.
Sus lenguas, eufóricas bailaban al compás de su respiración, que era la misma -clara y profunda- entrelazándose y burlándose del tiempo; parando al mundo entero.
La luz del sol los abrazó y simplemente se miraron, respirando confundidos. La triste canción de un pájaro lejano lo dijo todo, y él se despidió con una sonrisa y un beso en la frente que terminó por desarmarla.
Ella se quedó callada, sonriendo mirando como él se alejaba, como el mundo comenzaba a despertar antes de regresar a su hogar.
Y simplemente se recostó, aunque seguía en las nubes; se recostó intentando calmar la bestia que en su pecho batía las alas descontrolada.
El llanto del pájaro aún flotaba en el aire, el sabor de los besos del joven descansaba en sus labios, sus manos le quemaban en la cintura y sus sonrisa aún brillaba en sus retinas.
Se durmió sin saber si toda esa noche había sido real, sin poder asimilar lo sucedido; sin soñar... ya todo estaba hecho...

Gracias por brindarme paz...