El calor que empieza asomarse de la mano de septiembre, al contrario de levantar mi autoestima, me enfría el alma.
Viernes por la noche, madrugada de sábado. Recuerdos de sábados anteriores y una mano que sostenía la mía durante el día y una respiración casi musical que me mantenía tranquila por las noches, rebotando contra mi almohada, contra mi alma.
Tengo la aguda necesidad de estar en otro lado, y no aquí. El deseo, el anhelo de girar en mi cama en medio de la noche y escuchar su voz preguntando si estoy bien, o encontrarme con sus ojos entreabiertos y su sonrisa soñolienta que me hace sentir culpable al despertarla.
Tengo un perfume que camina enredado a mi, que me persigue donde vaya y hace que busque entre el mar de gente el rostro de quien sé que no hallaré-.
Tengo sus recuerdos enamorados de mi insomnio que se siente histérico por mi cabeza, y así corren los tres persiguiéndose, quitándome horas de sueño, en donde podría soñarla, o soñarnos, tal vez. De alguna forma más fácil, más sencilla y simple, sin tantas idas y vueltas de gente entre ambas.
Tengo los días de este Septiembre contados, tengo contados los días para encontrarnos y reconocernos nuevamente.
Tengo contados los días que faltan para volver a casa, para volver.
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Y los días sin usted, mademoiselle
son más largos y las noches
se hacen eternamente eternas.
El volver a casa no es el mismo
sin sus manos frías en mis bolsillos
y mis pasos no son los mismos
si no siguen a los suyos.
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Aquí te dejo la Sortija. Subite y da otra vuelta...