sábado, 16 de junio de 2012

Desde el Pueblo Sin Tiempo...

Las luces tibias de la tarde me alumbran la cara y el viento me acaricia los pies descalzos.  Hay música a mi alrededor; los perfumes de esa cálida jornada me envuelven el alma y el pasto largo y suave me abraza la piel.
A mi lado sólo hay nada, sobre mí, un cielo tan azul como los ojos de algún poeta lejano, una nube pasa volando lento, mientras los pájaros cantan una canción de despedida para el calor del otoño.
Tengo los pies helados pero no me importa. Estoy acá. Con mis margaritas que aún no se rinden y planean seguir vivas...
El invierno que se acerca me enfría las mejillas con una delicadeza que hacía tiempo no poseía y mi alma lo agradece, mientras tirada en la hierba pienso en que es verdad que en este lugar el tiempo no pasa.
No quiero levantarme, no lo voy a hacer. Me quedaré aquí, echaré raíces en esta tierra de nadie, dormiré rodeada de estrellas nunca antes vistas y formaré parte del paisaje que me vio crecer, que vio como me alejaba y con los brazos abiertos me recibe cada vez que vuelvo a buscar algo de paz entre sus pastizales altos y solitarios, adonde voy a escuchar a la vida transcurrir a mi alrededor. Allí donde el viento acaricia los pies, despeinando el cabello y el alma y el canto de los pájaros y el zumbido de las perezosas abejas es lo único que se puede oír.
No me levanto durante  un tiempo indeterminado, no lo sé, allí de verdad el tiempo no transcurre; sólo sigo recostada allí en real sintonía con el universo mientras la vida gira alrededor de este lugar que me vio nacer. Sigo aquí, no me iré...

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Aquí te dejo la Sortija. Subite y da otra vuelta...