viernes, 22 de marzo de 2013

Sueño de mis noches de otoño

La luz se apaga, la música deja de sonar de a poco, despacio. Pierdo la noción del tiempo, del espacio. Me libero.
Siento que vuelo entre un par de versos muertos, versos que nunca pronunciaré en voz alta, versos con o sin dueño. Versos que por decirlo, también son huérfanos.
Abro los ojos sin quererlo, la luz me encandila, tus ojos me alumbran desde algún punto entre la multitud. Aunque no puedo verlos, los siento clavados entre las cicatrices de mis alas.
Vuelvo a sentir el piso bajo mis pies y sacudo la cabeza, me pareció haber muerto un par de segundos. Agradezco que no sea cierto y me encomiendo a la diosa noche que todo me ha dado. Resucito entre los vivos que no se han dado cuenta de mi muerte.
Y el Viernes Santo me abraza la cintura, sacándome de encima el peso de la duda y camino firme hacia alguien que no me conoce.
Digo algo inentendible, quien me acompaña me toma la mano y me arrastra a la salida. Respiro aire frío que me llena los pulmones y me empaña la mirada.
Grito. Me arde la garganta y mi pecho está por explotar. Me parece ver un par de alas doblando la esquina. Corro. Miro sus piernas intentando mantener el equilibrio, sus pies desnudos entre el rocío de la mañana dejan huellas oscuras en la hierba.
La sigo, sin mirarme ríe a carcajadas, me habla dándome la espalda, aún no logro ver su cara, aunque presiento conocer su cinturaa, la forma exacta de sus hombros, su extraña y tranquila forma de caminar, como si nada importara....
Las luces se apagan, el grito de quien me acompaña se escucha en la distancia. El olor a la mañana fría se aleja, y la humedad a mi alrededor desaparece junto con las alas caminantes.
El ruido del silencio me rodea de golpe y la comodidad de las sábanas tibias me arropan el alma. El sol me acaricia las pestañas heladas por el ya recurrente sueño.
Intento volver a aquel lugar, intento recordarla, seguirla, pero ya no puedo. Se fue con la noche, con la música, con mi inconsciencia.
                             ∞♥∞

En la luz de mi inconsciencia te soñé otra vez
    sin nombre ni rostro, más con tu risa de pájaro
 dándole misterio a mis últimos sueños.

Y el día te llevó como hace siempre, con su luz macabra
                       eres un ángel de noche.
Espero encontrarte en esta vida
        en la única parte real que me queda.
Sin humos ni luces, sin alcohol ni rocío.

Tan solo usted, y yo,
   y un par de palabras sinceras.
Deja de una vez mi cabeza.
       Es hora de tenernos frente a frente.
De poder cantarnos nuestras verdades.

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