lunes, 10 de diciembre de 2012

Eso es todo.

Tristeza. Me invadió de golpe y sin ninguna razón, sin ningún aviso. Lloré. Lloré de dolor, de furia contenida, de bronca, de aburrimiento, de miedo, lloré de soledad...
El peso de los besos que no voy a dar me rompieron las alas, me hicieron aterrizar salvajemente y a los tumbos, me lastimaron.
Y así, llorando, recordé aquellos tiempos en donde todo era más fácil, más simple, más llano. Recordé esos tiempos y maldije al aire. Grité tu nombre en silencio y seguí llorando.
Odie todo lo que me recordaba tu nombre. Odie haber hecho lo que había hecho. Me sentí usada, mes sentí idiota, todos saben que nadie hará que cambie mi opinión, y los besos sin sentimiento saben cada vez peor.
La imaginé, sin quererlo, tal vez. Y me odié. Me fui con los restos de mi dignidad rodando ruidosamente por el suelo, junto con mis lágrimas... Me fui.
Me retiré para no enfrentarme a la horrible realidad que me rodeaba, me retiré porque es mejor así, prefiero hacer como hago siempre, prefiero no hacerme cargo de mis equivocaciones y seguir siendo una nena confundida.
Prefiero no crecer, hacer de cuenta que era demasiado tarde, que no me dejaste un sabor amargo en los labios al recordarme todo aquello que nunca tendré de su parte, porque la princesa se aleja en su carruaje de tiempo, y ya no puedo seguirla.
Releí mi blog una y otra vez, intentando decidir qué hacer con su nombre dibujado en todas partes, intentando no pensarla con el alma.
Intenté hacerme entender que todo era demasiado pesado, demasiado aburrido, demasiado empalagoso para todos... Y tan sólo salí a caminar por la noche, para despejarme un poco, y la vi.
La vi y quise llorar. La vi y morí en el instante en que me sonrió como siempre, y me arrepentí de haber escrito idioteces, de haber imaginado escribir sin su imagen en mi mente, me arrepentí de buscar en un par de labios malditos mi redención, la cura a esta enfermedad que no existe, salvo en ella misma.
Mis síntomas crecieron, y agradecí al cielo tormentoso haberla encontrarla sola, y sonreí, seguí caminando sin ninguna dirección, y desaparecí en la oscuridad, llorando en silencio, intentando que los pájaros de mi mente no cantaran como si supieran el coro, intentando no amarla, intentando no dañar a nadie, descubriendo que son mis besos los malditos, y no los de aquel joven marinero de barcos de papel que me robó un par de suspiros en las sombras de las noches del último verano.

Intenté escribir sin que apareciera su imagen de perfección corrompida en mi mente, en mi alma... Intenté comprender que está hechizándome en cuerpo y alma, intenté olvidarla y no sonreír al oir su nombre, buscar en otros brazos algo de consuelo. Pero no puedo. No quiero. Y eso es todo.


Intentar olvidar lo que ya está enraizado en mi alma
              no tiene sentido alguno,
                  es intentar en vano.

Querer odiarte, olvidarte, no recordarte al menos
                        es imposible, es inútil.
El aire de diciembre te trae a mí cada vez más seguido.
            Tu perfume me despierta cada noche
                                invade cada sueño.
Me ayuda a despertar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aquí te dejo la Sortija. Subite y da otra vuelta...